
¿Por qué vamos todos al aeropuerto?
Published: March 9, 2025
Si hay un lugar que muestra más que cualquier otro la diferencia cultural entre Colombia y el Reino Unido, ese es el aeropuerto.
Las llegadas
Viajar en avión no es muy divertido. Hay que esperar mucho, hacer filas, llevar maletas pesadas y, a veces, los vuelos se retrasan. Como británico con poca paciencia, mi objetivo es hacer todo de la manera más rápida y práctica: llegar con el tiempo justo, pasar por seguridad sin problemas, quizás tomar un té rápido y, si es posible, abordar de último. Al aterrizar, mi único objetivo es escapar del aeropuerto lo más rápido posible y continuar con el viaje.
Pero cuando viajas con una familia colombiana, esta idea no funciona. En Colombia, el tiempo con la familia es lo más importante, y eso incluye hasta el último segundo posible de unión familiar.
Por supuesto, la primera vez que conocí a la familia de Paula fue en el aeropuerto de Barranquilla. Nuestra llegada parecía una escena sacada de una película: mamá, papá, abuela, hermana, cuñado y sobrinos estaban esperando lo más cerca posible de la salida, estirando el cuello entre la multitud para vernos primero. Para mí, fue una bienvenida muy calurosa... e inesperada. En mi mente, lo más lógico era encontrarnos en casa, donde estaríamos más cómodos, sin considerar que esto significaría retrasar nuestro encuentro media hora más. Pero muy rápido entendí que en Colombia las cosas no funcionan así.
Independencia
Cuando cumplí 18 años, como muchos estudiantes en el Reino Unido, me mudé de la casa de mis padres para vivir cerca de la universidad. Desde ese momento, aprendí a ser independiente. Cuando visito a mis padres, sigo teniendo mi propio espacio y libertad. Por ejemplo, si vamos de vacaciones juntos como familia, es perfectamente normal que viajemos por separado, lleguemos en días diferentes o incluso nos quedemos en Airbnbs separados si eso funciona mejor. Por supuesto, pasamos mucho tiempo juntos, pero también dejamos espacio para explorar individualmente o hacer actividades que no son del gusto de todos.
Por el contrario, las vacaciones con la familia de Paula se disfrutan en grupo, como en una excursión escolar (es decir, todos juntos, con un plan organizado y sin posibilidad de escaparse). En 2023, viajamos desde el calor de Barranquilla hasta Pasto, una ciudad fría ubicada en las montañas del sur de Colombia. Éramos 10 personas, desde el sobrinito de 3 años hasta la abuela de 93. En el aeropuerto, la misión principal era no perder nada… ni a nadie. Con muchos obstáculos, logramos abordar el avión y pronto estábamos en camino hacia Pasto, con la mamá de Paula aferrada a su enorme biblia de 5 kilos, rezando durante cada turbulencia.
Cuando llegamos a Pasto, los 10 nos subimos a una van que nos llevaría a todas partes juntos durante nuestra estadía. Todo lo hacíamos juntos: paseos, excursiones e incluso las idas al supermercado.
Uno de los lugares más famosos cerca de Pasto es El Santuario de Las Lajas, una iglesia increíble construida en la ladera de un valle verde. Para llegar allí, hay que bajar muchas escaleras y luego subirlas de nuevo, una experiencia difícil. Yo pensaba que la abuela de Paula, con sus 93 años, no haría este paseo (ya era bastante agotador para mí). Pero, por supuesto, me equivocaba.

Las despedidas
Sin duda, lo que más me ha sorprendido de Colombia son las despedidas.
El último día de nuestra primera visita, cuando faltaban unas horas para el vuelo, pedí un Uber y comencé a despedirme casualmente de la familia de Paula. Pero muy pronto entendí que esto era un grave error, muy cerca de sonar ofensivo.
En Colombia, la despedida es un evento en sí mismo. En pocos minutos, ya estábamos en el carro con la mamá, el papá y la abuela de Paula, camino al aeropuerto. Detrás de nosotros, en otro carro, venía el resto de la familia.
Nos acompañaron hasta que entregamos las maletas y se quedaron con nosotros hasta la puerta de seguridad, el último punto donde podían estar. Cuando llegó el momento de despedirnos propiamente de la mamá de Paula, ella ya estaba hecha un mar de lágrimas. Al darme vuelta, vi que el resto de la familia también lo estaba.
Desde entonces, sé que esta es la despedida habitual. Pasamos por exactamente el mismo proceso, lágrimas incluidas, cada vez que visitamos. No importa cuántas veces lo vivamos, siempre sucede igual.
Viajar entre dos culturas diferentes puede ser todo un reto, pero también es una experiencia divertida. Aunque a veces me sorprenda el cariño y la intensidad de la familia de Paula, he aprendido que estas diferencias hacen que el viaje sea mucho más especial.
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